Perplejidades ante la crisis
1.- Genealogía de la crisis.
Las primeras noticias de la crisis se tuvieron en torno al verano de 2007, con las informaciones sobre el hundimiento de las denominadas subprimes o hipotecas basura, y la consiguiente falta de retorno para las empresas prestatarias. Este problema se agudizó casi un año después, en el otoño de 2008, cuando algunas de esas empresas hipotecarias quebraron y el Estado norteamericano acudió en su “rescate”. El propio término “rescate” ya es confuso, puesto que transmite la imagen de un barco que se va a pique en un mar tempestuoso – las oscilaciones de los mercados de valores y la bolsa- y de alguien que lo saca a flote. Pero la imagen se detiene ahí puesto que no se dice cómo fue que esas entidades se quedaron al descubierto, no se explica la responsabilidad de sus dirigentes y no se cuestiona si los Estados harían mejor en dejarlas quebrar o no, incluidos los efectos sobre sus trabajadores y los trabajadores de otras empresas o entidades. Tampoco cuestiona el tratamiento corporativo del asunto – o sea en qué medida otras entidades del mismo sector lo ven como una oportunidad de negocio,- ni explica el porqué unas empresas se rescatan y en cambio otras se dejan morir. “Naturaliza” un proceso que nada tiene de natural y genera confusión en vez de aclararlo. Así pues, creo que deberíamos dejar de hablar en esos términos e intentar desmenuzar el asunto.
1.1) El negocio de las hipotecas.
Una de las primeras cuestiones que se oculta es que las llamadas “hipotecas subprime” tenían de hecho unas primas exageradas, puesto que el riesgo que conllevaba ofrecer hipotecas a personas con capacidades adquisitivas bajas, se compensaba, y se sigue compensando, con primas e intereses por encima de la media. Luego esas hipotecas fueron un excelente negocio mientras las gentes pudieron pagar o al menos, mientras la gestión del riesgo se siguió manteniendo, aunque simultáneamente esto estuviera produciendo un empobrecimiento de los afectados que, al final, ha acabado por estallar. Posiblemente entre las causas de este estallido final que ha desbordado el riesgo que podía ser asumible, no se encuentra sólo una subida de los tipos de interés que a veces ha redoblado o triplicado la cantidad a pagar, y que siguió a una baja extraordinaria de los mismos, sino el crecimiento desmesurado del precio de los pisos (la llamada burbuja inmobiliaria) por lo que embarcarse en esa operación podía parecer a más de uno, un negocio rentable, al tiempo que generar burbujas resultaba ventajoso para las empresas crediticias – no se olvide que la burbuja inmobiliaria surge tras el hundimiento de las punto.com, que fue la que motivó l anteriormente mentada bajada de los tipos hasta el 1% en USA. Y que posiblemente “generar burbujas” – se está hablando ya de la posible “burbuja de las tarjetas de crédito” – sea una de las formas, tal vez la forma privilegiada de un capitalismo con tasas de crecimiento bajas.
Ahora bien, la entidad que daba las hipotecas las revendía posteriormente a otro u otros como obligaciones,- lo que en el lenguaje técnico se llama “titularizar”- de tal manera que la falta de pago inicial no sólo ha afectado a las entidades que habían dado las subprimes y que, en principio se habían llevado el negocio y habían firmado las hipotecas, sino a muchas otras entidades que compraron a las primeras las obligaciones por las que ahora no iban a cobrar nada, en muchos casos en total o parcial ignorancia de lo que compraban(¿?). Esas obligaciones a su vez, habían sido endosadas a particulares que de resultas han perdido el dinero invertido en depósitos vinculados con ellas.
Según William Engdahl, de Global Research, “dada la estructura compleja de los títulos adscritos a los activos y al hecho de que la propiedad de los títulos hipotecarios está muy dispersada (no la hipoteca sino el título adscrito a ella) nadie es todavía capaz de determinar con precisión quien tiene el documento de propiedad hipotecaria. De hecho … se ignora cuando se han reagrupado y puesto a la venta los centenares de miles de dólares de títulos adscritos a los créditos hipotecarios a lo largo de los últimos 6 o 7 años. En enero del 2007 circulaban en EEUU alrededor de 6.500 millares de dólares de deudas hipotecarias titularizadas.”(La crise des subprimes n’est que la première vague annonciatrice d’un grand tsunami financier, http://www.alterinfo.net/La-crise-des-subprimes-n-est-que-la-premiere-v…).
A estas obligaciones se sumaban otros productos financieros, los llamados “contratos de protección de derivados crediticios” que permitían asegurar el crédito de tal modo que los inversores cobrarían primas si el deudor no pagaba, por lo que la deuda impagada se transformaba en ganancia para el acreedor, aunque a su vez supusiera un quebranto para la casa aseguradora. Al parecer AIG, una empresa también quebrada, era líder en tales seguros.
1.2) El mercado de las acciones de las entidades hipotecarias.
Siendo el mercado de oferta y demanda de acciones la que regula el precio de las mismas, con una alta independencia de los activos materiales de las empresas en liza, parece claro que el mercado funcionará sobre una base de confianza compartida y de credulidad sobre los informes de las agencias acreditadoras. Sin embargo la información que este sistema proporciona es radicalmente insuficiente y sesgado, no sólo por la dificultad de tener una información global y fiable, sino por la vinculación entre las empresas acreditadoras y las acreditadas.
Como dice el mismo autor: “Los bancos viven en el mundo exótico de la “titularización mundial”, en el que bancos como el Deutsche Bank o Citigroup compran decenas de miles de hipotecas de los pequeños bancos regionales, los reúnen en una “pelota” formando nuevos títulos grandes que rápidamente son calificados por Moody´s o por Standard & Poor´s, e incluso por Fitch y se venden como obligaciones a fondos de pensiones o a otras bancas e incluso a inversores privados que ingenuamente han creído que compraban obligaciones calificadas como AAA, es decir con la calificación de riesgo más seguro, y no han previsto que su “pelota” de casi 1000 préstamos hipotecarios diferentes contenía tal vez un 20% o 200 hipotecas de categoría “subprime” por lo que eran una deuda de calidad dudosa” ( idem).
Ahora bien eso ha sido posible entre otras razones porque las agencias cualificadoras tendían a cualificar los productos americanos como de riesgo AAA, o sea los más seguros, en contraposición a deudas provenientes de otros países. “ La autoridad del Estado imperial americano sin el que la potestad no funciona, se traduce con el sello AAA dado por las agencias de cualificación financiera, es decir por la mejor nota que se ha atribuido a todas sus emisiones de deuda” (Yann Moulier-Boutang, “La crise des subprimes”). Según las últimas noticias las autoridades españolas en su operación anti-crisis se preparan para comprar acciones de este tipo, calificadas AA o AAA, lo cual como se ve, no es suficiente garantía. Por consiguiente hay dudas fundadas de que parte de los 150.000 millones de euros que el Gobierno ha destinado para la compra de activos financieros no vaya a beneficiar a determinados bancos – no se sabe ni al parecer se va a saber de inmediato qué entidades son las favorecidas – ni ha garantía de que se haga en un proceso suficientemente transparente.
1.3) La rentabilizacion de la deuda en una economía de endeudamiento general.
Un principio indiscutido durante los años 80 fue el de que la “capacidad de endeudamiento era muchísimo más importante que la capacidad de pago”. Es decir que mientras en la economía fordista lo que uno tenía era la garantía de lo que podía pedir, en las economías post-modernas lo que uno debía era la garantía de lo que podía seguir debiendo. Entiendo que según un cálculo extravagante: se supone que si alguien se ha endeudado hasta 100 y no ha quebrado es porque su “capacidad de endeudamiento” puede superar esa cifra. El límite del endeudamiento se convierte por tanto en virtual y la bola se va agrandando en espera de que alguien en algún momento empiece a pagar.
Cuando la falta de pago se va produciendo en cascada las deudas se multiplican pero entonces, como señala el propio Y. Moulier-Boutang, la dimensión de la deuda es ya demasiado grande y dejar quebrar a las entidades financieras supondría en el caso de EEUU, una probable desvalorización del dólar que en tanto que funciona como moneda de cambio internacional, perjudicaría a su vez a otras economías, entre otras las de los países emergentes. En consecuencia esas economías prefieren sostener el dólar y acudir a la financiación del rescate que quedarse fuera y ver como el dólar se devalúa, aunque a cambio exijan una mayor presencia en los Foros internacionales, por ej. el G-20. Tema aparte es el modo en que, en esos países, los sectores anti-capitalistas pueden estar empezando a tratar la cuestión y exigiendo responsabilidades a sus propios gobiernos.
1.4) El mercado del dinero.
Analizando la crisis de 1848 decía Marx: “la masa de medios de circulación llega a su apogeo en los periodos de exceso de tensión y de sobreespeculación, pero en seguida vuelve a estallar la crisis y de la noche a la mañana desaparecen del mercado los billetes de banco que la víspera circulaban con tal abundancia, y con ellos se esfuman los descontadores de letras, los que concedían adelantos sobre títulos y valores, los compradores de mercancías” (El Capital, T.III, p. 494). Si sustituimos “medios de pago” por “crédito”, la cita indica que la masa de crédito disponible se contrae de la noche a la mañana porque nadie está dispuesto a prestar dinero- en nuestro contexto las entidades bancarias – sino que lo guarda para realizar pagos ya comprometidos.
Por consiguiente se produce una falta de liquidez de la que empiezan a quejarse los empresarios. Ante esta situación deciden acudir al “Estado, el único agente que, gracias al monopolio fiscal, es el único actor que todavía puede garantizar flujos de ingreso al sector financiero. Por eso hasta los neoliberales más encallecidos lo fían todo ahora al Estado. Lo que habría que inquirir entonces es con qué impuestos y con los medios de quién. Y salta, inevitable, la incómoda pregunta sobre la legitimidad de la redistribución billonaria para “los de arriba” y sobre su aceptación “por los de abajo””. Elmar Altvater, “Una cosa es segura: nadie pondrá en cuestión el sistema económico en la cumbre del G-20”, sinpermiso.
1.5) Por qué se salva a algunas entidades y en cambio se deja hundir a otras.
Entre las entidades que se han hundido se cuentan las hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae, así como Lehman Brothers; mientras que Cerril Lynch fue adquirido por el Bank of America. ¿Por qué unas sí y otras no?, ¿se debe sólo al tipo de negocio?
Alguna de las explicaciones que dio la Prensa proporciona cierta luz: en Lehmnan Brothers fracasaron los esfuerzos por inyectarle capitales del estatal Korea Development Bank, y en pocos días sus acciones perdieron el 90 por ciento de su valor, pasando de 37.200 millones de dólares a principios de 2008 a apenas 2.900 millones a comienzos de septiembre. La misma prensa (El País, 12.10.2008) señala que “la Comision de Investigación de la Cámara de representantes de EEUU ha puesto al descubierto esta semana que la cúpula directiva de Lehman Brothers aprobó bonos por millones de dólares para los ejecutivos que salieran de la empresa mientras negociaban con las autoridades el rescate de la quiebra”. Su consejero delegado, Richard Fuld, se llevó 53 millones. ¿Estaba la empresa demasiado afectada o no quisieron proporcionar al capital coreano poner un pie en EEUU?, o tal vez al contrario, ¿el hipotético inversor coreano no quiso correr el riesgo de empeñarse en tan alto riesgo? En un programa televisivo el responsable para España de la empresa aseguraba que la crisis no era más que un momento de refundación del “capitalismo financiero”, ¿era sólo propaganda o simplemente la empresa ha preferido declararse en bancarrota y eximirse de responsabilidades a continuar y cargar con ellas?, ¿ no podría ser que detrás de todo ello haya ajustes internos del mercado que desconocemos?
Otro dato cuando menos sorprendente es que muchos de estos directivos se habían retirado unos meses o semanas antes cobrando primas millonarias. Aunque sólo sea a título de ejemplo cabe recordar que Stanley O´Neal de Merril Lynch se ha llevado 161 millones de dólares al dejar la empresa (quebrada) que ha sido adquirida por el Bank of America, o que Charles Prince de Citigroup ha embolsado 105 millones. El Presidente español de esta empresa Sergio de Horna para demostrar la solvencia de la misma utiliza como argumento el que “es una de las pocas entidades financieras apoyadas por las autoridades americanas” (comunicación interna a los clientes) por lo que el hecho de recibir ayudas se presenta no como una muestra de su debilidad sino de su fortaleza, ya que de otro modo se supone que la hubieran dejado quebrar. Pero a la vez el grupo anuncia el despido de 52.000 trabajadores en todo el mundo, según la noticia de Prensa un 15% del total, radicados especialmente en Alemania y en India, donde esta empresa tenía parte de su procesamiento informático. Eso ratifica la dimensión global de la crisis y cómo se está desplazando de un lugar a otro del planeta.
Otro aspecto de la misma es el modo como está afectando a las empresas de la llamada “economía real” como las del sector automovilístico, etc. Se podría pensar que estas empresas están en dificultades por las restricciones de crédito pero la cuestión es que tales empresas en los últimos años han funcionado cada vez más como empresas mixtas, cuya producción (de coches o de lo que fuera) era sólo una parte de su actividad global, siendo la otra su inserción en el mundo de las finanzas como vendedoras y compradoras de títulos de crédito y en último término como empresas por acciones, cuyo valor en contadas ocasiones estaba en relación con su capacidad productiva.
1.6) El sentido general de las medidas adoptadas.
El sentido general de las medidas adoptadas ha sido el de introducir dinero líquido en el mercado del dinero, garantizando que haya fluidez en los pagos; la nacionalización de algunos bancos o entidades como la compra de Merril Lynch por un banco público; la compra con fondos públicos de activos que se supone no se pueden cobrar (“fondos tóxicos”, ¿?), y el intento por generar confianza(¿). Esas ayudas alcanzan cantidades millonarias.
Según Moulier Boutang, « el FMI ha estimado en 1700 millares de dólares el monto de la factura sistémica de la crisis de las subprimes; esta cantidad aumenta continuamente. En abril de 2008, el FMI estimaba que la crisis financiera costaría 565 millares de dólares a los bancos, y más de 1000 millares a la totalidad del sector financiero. Si estas previsiones aciertan, la crisis de las subprimes podría costar el equivalente de 7 puntos del PIB de los EEUU” (Conseil d’Analyse économique, Analyses Eonomiques, n° 6, cit. por Moulier Botang)..
Pero por ej. en USA el propio Henry Paulson que solicitó del Congreso la inyección de 700.000 millones de dólares, había sido durante ocho años presidente ejecutivo del Goldman Sachs, el banco de inversiones más grande de Wall Street, competidora de Lehman Brothers, y había ganado en 2005, 38 millones de dólares. ¿No deberían pagar ellos al menos una parte de esas cantidades?, ¿no se trata también de un ajuste de cuentas entre unas y otras entidades de tal modo que las que se salven serán más grandes, es decir no estaremos ante un proceso de concentración del capital bancario, pero esta vez hecho con dinero público y en virtud de la presencia de los gestores en los organismos estatales?, ¿ no debería entrarse en los paraísos fiscales donde habrá al menos una parte del dinero en espera de que pase la crisis y se desate un nuevo ciclo de inversión?, ¿por qué los fondos públicos de los estados deben tapar tales agujeros y no los privados depositados en tales lugares ocultos a la fiscalización estatal?
No se olvide que el mismo Paulson es el que ahora se niega a que parte de ese dinero se destine a las empresas automovilísticas con problemas: ¿porqué habría que ayudar más a unos que a otros y dar el dinero público a las financieras y no a las empresas o sí a las empresas y no directamente a los trabajadores?, ¿cuáles son los criterios para disponer de ese modo y tan alegremente de un dinero público que siempre se ha dispensado con cuentagotas?
1,7) El aumento de la deuda pública.
Aunque el Ministro de Economía, Sr. Solbes diga que el dinero que el Estado inyecta en el mercado del dinero no va a costar nada a la población, puesto que es un adelanto que se presta a los Bancos y que éstos devolverán (con los intereses) en el momento en que se recuperen no está diciendo, primero que ese dinero pueden no devolverlo, renegociarlo, etc. y segundo, que ese mismo dinero el Estado lo finanza por medio de bonos que por tanto también tendrán sus correspondientes intereses. En consecuencia eso supondrá un aumento de la deuda pública y a su vez un aumento de la presión sobre los ciudadanos para que acepten una disminución de los gastos en determinadas partidas para ampliar los gastos en otras o tal vez un aumento en los impuestos para pagar dichos intereses, a no ser que supongamos que el reflote de las empresas va a ser tal que la máquina volverá a funcionar con fluidez, cosa difícilmente pronosticable por el momento.
Conclusión: Como resumen querría señalar que la quiebra muestra una desproporción entre las exigencias del sector financiero por apropiarse riqueza por medio de los créditos e hipotecas que ha acabado ahogando a los pagadores hasta el punto de que éstos en muchos casos han dejado de pagar perdiendo sin duda parte de lo que ya habían pagado – pues han perdido sus casas o sus coches – pero desvinculándose de la soga crediticia. Lo que a su vez ha generado el derrumbamiento del sistema sustentado sobre esos pilares.
A su vez, los datos expuestos anteriormente muestran que ante lo que se les venía encima los gestores huyeron a tiempo, cobrando sus primas y dejando o presionando al Estado para que se hiciera cargo de las quiebras bajo el argumento de que es la sociedad lo que está en peligro, aún cuando este argumento en ningún momento lo tuvieran en cuenta ni en el momento en que extendían semejantes procedimientos que socializaban el riesgo pero no los beneficios ni en el momento en que con las quiebras están socializando las pérdidas, pero ya habían privatizado y embolsado las ganancias. Y sin que por otra parte los Estados que están acudiendo a “rescatar” el sector estén haciendo nada por entrar donde hay dinero, es decir en las cuentas ocultas de los paraísos fiscales.
2.- El paréntesis del neoliberalismo.
Como sabemos el neo-liberalismo ha impuesto a partir de los años 80 un modelo de destrucción del sistema del Welfare (Estado del bienestar) y un progresivo endeudamiento/financiarización de la satisfacción de las necesidades.
La crisis actual supone, sin lugar a dudas, un momento de empobrecimiento de esas capas populares que han estado acudiendo al crédito para financiarse y que en las circunstancias actuales, si pierden éste y pierden además – como consecuencia de la contracción del crédito a las empresas – sus propios salarios, van a tener muy difícil obtener recursos dinerarios.
G. Arrighi señala que, desde este punto de vista, la crisis será beneficiosa porque acabará con la espiral especulativa pero parece no ver que ese endeudamiento se ha convertido para mucha gente en la única forma de sobrevivir y que la restricción del crédito provoca automáticamente una restricción del gasto y del consumo sin que simultáneamente se abran vías para otras alternativas. La única alternativa sería un cambio drástico en los standards de consumo, ya que, a diferencia de lo que ocurrió en la crisis del 29, la falta de liquidez no proviene, al menos hasta el momento, de la bajada de las rentas de las familias sino de la voluntad de mantener un nivel elevado de gasto, especialmente en EEUU donde la deuda alcanza al 101% del PIB y del juego de los mecanismos financieros explotando ese deseo.
Como indica Marazzi en la entrevista que le hiciera el diario Liberazione, 4.10.2008: “El destino de los trabajadores ha sido atado al del capital a través de fondos de pensión” y de otros mecanismos de captación de recursos de los particulares, así como por todos los mecanismos de crédito al consumo. Esa política combinada con bajos salarios y precarización del empleo ha acabado por estallar pues combina una alta capacidad productiva de la sociedad con enormes desigualdades que limitan el poder de compra de las capas pobres o medio-pobres. Por eso la medida que se propone es un “New New Deal” es decir, una reedición del modelo keynesiano que garantice un consumo sustentado sobre rentas salariales más altas y/o sobre créditos regulados. La pregunta es primero si tal modelo es deseable para muchas capas de la población y segundo si, aún siendo deseable, es posible sin una transformación radical de los medios tecnológicos, cuyo efecto económico ya ha sido absorbido por los aumentos de productividad de los últimos años.
3.- Recesión.
Si bien hace cosa de un mes los titulares de los periódicos no dejaban de hablar de la crisis pero la limitaban al ámbito financiero, actualmente, ya a finales del año, se impone su paso a la economía real y el anuncio de “recesión”. No voy a entrar en la distinción entre “economía financiera” y “economía real” y si esta distinción es válida por lo dicho anteriormente sobre el carácter crediticio de muchas empresas de “economía real”. Me voy a concentrar sólo en tres puntos:
3.1.- El alcance de la recesión y el aumento del paro.
El aumento del paro parece que está fuera de discusión (en nuestro país se habla de cotas en torno al 13% a finales de año) y que tenderá a aumentar en los meses próximos. Como hemos visto algunas empresas transnacionales, como la citada Citigroup, pero otro caso podría ser Motorola, o Nissan, presentan ERE (expedientes de regulación de empleo) una tras otra. Dicho sea entre paréntesis algunas de estas empresas habían recibido ayudas públicas a la inversión que no reembolsarán y no está claro hasta que punto utilizan la crisis como pretexto.
Ahora bien, lo que se pone de manifiesto es que la fragmentación del empleo y la multiplicación de las figuras laborales, muchas de ellas precarizadas, hace que en este momento, la situación de los trabajadores sea extraordinariamente variada. En el caso de los migrantes el tema es especialmente duro ya que la falta de empleo puede incluir la expulsión del país.
3.2.- La cobertura de desempleo.
La cobertura de desempleo no es en absoluto homogénea. En la propia Europa las cifras son extraordinariamente diversas, pues según los datos que he encontrado, mientras que en Alemania un 80% tiene seguro de desempleo, en Francia sólo alcanza al 75%, mientras que en Italia no supera el 30%. Eso hace que la fragmentación y segmentación del mercado de trabajo europeo conlleve situaciones absolutamente distintas en cuanto a la cobertura de desempleo en un momento en el que habría que tender hacia una renta universal y general para todos/as, independientemente del tipo de trabajo y de lo cotizado. Plantear la cosa de esta manera significaría recuperar una dimensión general de las luchas de los trabajadores por encima del espejismo inducido por la propaganda neoliberal individualista de los últimos años. Esta sería no sólo una medida de justicia social, sino que además es imposible saber a priori cuáles serán los trabajadores más afectados ya que en este momento no sólo lo están los trabajadores “fordistas” clásicos (los metalúrgicos o los trabajadores de la construcción) sino también trabajadores “cognitivos” que posiblemente no esperaban tal cosa, como los ingenieros de empresas de software, programadores, gente de banca y seguros, etc.
3.3.- El tema de la renta
Mientras que hasta ahora la renta, para los trabajadores, ha asumido la forma de salario o de prestaciones ligadas a éste, en adelante deberíamos poner en primer plano la necesidad de renta, es decir el hecho de que las poblaciones deben recibir recursos para sobrevivir en situaciones de bancarrota económica de unas empresas que nunca han dirigido y en las que jamás se les ha preguntado.
La exigencia de “renta básica” debería ser una de las consignas del momento.
4.- ¿Es el fin del capitalismo o el fin de un cierto tipo de capitalismo?
A pesar de la esperanza de que fuera lo primero muchos autores se están pronunciando en el sentido de que lo que está tocando límite es un cierto tipo de capitalismo – aquel capitalismo desregulado y centrado en la financiarización, por lo que abogan por medidas reguladoras, como si éstas pudieran devolver el exceso a sus límites normales. Pero, a mi modo de ver, no tienen en cuenta ni la pregunta de cómo y en beneficio de quien se va a regular, ni la necesidad de fianza – crédito – para el mantenimiento de las unidades de consumo. Si, como dice Marazzi, “sin consumo no se crece y el leverage (la palanca de propulsión) que ha colmado la diferencia entre salarios y plusvalor producido es el crédito”, entonces la clave para entender la desembocadura de esta crisis es lo nuevo del capitalismo financiero, es decir el modo como la finanza ha entrado en el consumo de las unidades domésticas que forma una parte importante de la demanda económica.
Frente a ello parece como si los discursos en liza fueran de nuevo, solamente uno: la necesidad de regular para evitar excesos pero, como digo, eso no tiene en cuenta las presiones que las poblaciones pueden ejercer. Ni se pregunta qué políticas va a implementar el Estado y en beneficio de quien.
I. Wallerstein es uno de los pocos que habla de “fin del capitalismo” o que señala que las “posibilidades reales de acumulación del sistema están llegando a sus límites”, y eso por dos razones que, sin embargo, son distintas de lo dicho anteriormente sobre la especificidad del capitalismo financiero. Él señala básicamente la amplitud geográfica del sistema como consecuencia de la globalización, lo que impide seguir sufragando las deudas del Norte con los recursos del Sur – podríamos decir que el caso de China o de América latina son importantes porque muestran como los recursos de esos países deben sufragar en parte el consumo interno en vez de seguir comprando deuda de EEUU,- y porque el aumento del consumo en todos los países exige un aumento de los salarios y, en cierto modo de los impuestos, que es incompatible con altas tasas de acumulación.
5.- ¿Realmente nos interesa reforzar el papel de los Estados?
No es difícil entender que financieros y empresarios se dirijan al Estado para que intervenga activamente con el objetivo de “normalizar los mercados” de modo que éstos vuelvan a actuar con fluidez, pero eso significará simplemente restaurar un equilibrio inestable y precario.
¿Qué deberíamos plantearnos aquellos y aquellas que estamos comprometidos con un movimiento anti-capitalista?
Esta es la pregunta más difícil pero querría proponer algunos apuntes:
1º.-A mi modo de ver conviene que no aceptemos un apaciguamiento de la crisis con dinero público sino que exijamos responsabilidades. Igual suena utópico pero habría que empezar por clarificar la situación de las empresas y entidades antes de darles dinero. Lo primero sería algún tipo de auditoría que clarifique de qué tipo de negocios estamos hablando.
2º.-El segundo punto estaría en la línea de “la crisis no la pagaremos nosotros/as”, por lo que no deberíamos aceptar recortes en ningún sector social.
3º.-A su vez creo que habría que atender de forma prioritaria al mantenimiento de las personas, de modo que exijamos garantías para que todos los desempleados, del tipo que sean, puedan tener un seguro de desempleo y/o una renta social suficiente para mantenerse en tanto dure la crisis. El que las empresas usen el dinero que reciban para propiciar sus negocios es cosa de ellos pero que las personas desempleadas puedan seguir viviendo es cosa de todos/as y, a mi modo de ver, eso es prioritario.
4º Habría que garantizar además que las personas desempleadas o con rentas muy bajas que sin embargo tengan deudas hipotecarias no van a ver embargados sus bienes, pues no resulta aceptable que las entidades reciban un dinero para mejorar sus cuentas de resultados y pagar a sus accionistas o inversores, y que a la vez embarguen a la gente que no puede pagar sus hipotecas y que no sólo no tienen salario ni renta alguna sino que tampoco reciben ayuda económica del Estado.
5º.-Tal vez sea el momento de poner en marcha proyectos autogestionados que a su vez puedan ser apoyados con dinero público y que potencien la actividad de la población en proyectos de nuevo cuño tanto a nivel de producción directa como de gestión.
6º.- A nivel discursivo creo que deberíamos resistirnos al lenguaje de que todos/as debemos implicarnos en la salida de una crisis y que ésa es una “responsabilidad colectiva” avanzando aquellas condiciones mínimas que consideramos imprescindibles.
7º.- Todo eso deberíamos hacerlo a partir de la experiencia ya acumulada en estos últimos años en las diversas iniciativas y grupos por lo que entiendo que uno de los momentos fuertes tiene que ser analizar y dibujar la manera de que estas primeras experiencias se enlacen unas con otras y se radicalicen.
Escolta l'àudio:
Montserrat Galceran
En torno a la actual crisis económico-financiera y sus efectos sistémicos.
Seminario "Crisis Sistémica, Nuevos Derechos, máquinas creativas de lucha y contrapoder ..." http://www.universidadnomada.net/spip.php?article283